La flor del Día de Muertos es un elemento fundamental de las ofrendas y se cree que representa un puente entre los vivos y los ancestros
Ha llegado la época en que los hogares y panteones se pintan del color de cempasúchil, un elemento indispensable en
el altar de muertos. La flor de cempasúchil
(Tagetes erecta) es vistosa y aromática, de tonalidades amarillas, anaranjadas y rojizas. Es el icono de la celebración a los difuntos y sus usos datan de la época prehispánica, cuando se empleaba en ceremonias, rituales y remedios. La tradición en torno a la flor ha sido bien documentada y en la actualidad se llevan a cabo investigaciones para aprovechar sus componentes en la industria y en el campo de la medicina.
La flor de los difuntos está llena de bondades. La flor de los mil usos es el icono del Día de Muertos.
Origen y significado de la flor de cempasúchil
La palabra cempasúchil se compone de las palabras en náhuatl
cempoalli —que quiere decir ‘veinte’ o ‘muchos’—, y
xóchitl, que significa ‘flor’. En la época prehispánica, el vocablo se usaba de manera genérica para referirse a estas flores de vistosas y coloridas tonalidades en amarillo, rojo y anaranjado.
Si bien el cempasúchil es originario de la región central de México, distintas culturas le han puesto nombre en diversas lenguas. Por ejemplo, aún hoy en algunas regiones de Morelos, Puebla y Estado de México, la flor es conocida como
clemole,
copalxuitl y
moixóchitl. Déborah Holtz Cimet dice en su libro
02.11 Día de Muertos (Trilce Ediciones) que el cempasúchil tiene más nombres que la deidad de la lluvia:
- En maya, llaman a la flor x’pujuk
- En mixteco, ita-cuaan
- En otomí, jondrí
- En zoque, musajyó
- En huave, piid mbaj
- En purépecha, apátsicua
- En huasteco, caxyhuitz
- En mixe, majk’py
- Y en totonaco, kalhpu’xa’m
Los pueblos mesoamericanos usaban
flores de cempasúchil en entierros y ofrendas, pues se creía que los pétalos almacenaban la luz y el calor del sol para iluminar el camino de regreso de las almas. En pocas palabras, la flor representa un puente que conecta a los vivos con sus ancestros.
Una antigua leyenda cuenta que la flor de cempasúchil nació del amor de dos jóvenes. Huitzilin y Xóchitl, dos enamorados, subían cada día a la montaña dedicada al dios del Sol, Tonatiuh, y le ofrendaban ramos de flores. Sin embargo, Huitzilin murió en combate y la joven Xóchitl, devastada, pidió a Tonatiuh que la uniera con su amado y la deidad la transformó en una flor.
La flor se mantuvo cerrada, hasta que un día, del botón salieron los pétalos de color amarillo intenso cuando un colibrí se posó sobre ella: era Huitzilin reencarnado en ave, y ahora estaba unido a Xóchitl en la eternidad. Según el mandato de Tonatiuh, mientras exista la flor de cempasúchil y haya colibríes en los campos, el amor de los jóvenes perdurará por siempre.