Gerardo Velázquez de Léon
Gastan muchos dólares; aproximadamente, por familia de cuatro personas, desembolsan unos mil 500, entre la compra de boletos, el jersey oficial, las cervezas
Tantos años, tantos partidos, y las quejas no existían. El aficionado que acude a los estadios en Estados Unidos —para ver a la Selección Nacional— vive su mejor día del año, vuelve a sentir, vibrar, beber sabores con aromas nacionales, canta y baila. Es su día, su gran momento de reunir a la familia, a algunos hijos —incluso ya estadounidenses— a los que se les dificulta hablar castellano. Gastan muchos dólares; aproximadamente, por familia de cuatro personas, desembolsan unos mil 500, entre la compra de boletos, el jersey oficial, las infaltables cervezas, tequilas, palomitas, papas y hamburguesas.
No importa contra quién juegue la Selección, lo importante es sentirse nuevamente mexicano, añoranza con la que los explotan de gran manera. Pero el sábado anterior, saliendo del estadio Mercedes-Benz, las cosas fueron distintas. Hubo reclamos, enojos, se sintieron —en su mayoría— timados. Mucho hondureño salió cantando y bailando por no perder contra México, pero los aficionados de la Selección Nacional mostraron una actitud contrastante, con desánimo y tristeza. Lo que sucedió en el campo no les permitió contestar esta vez, porque vieron un nivel muy bajo de un equipo confundido, como el de Gerardo Martino, en esta poco exitosa gira por Estados Unidos.
Más allá de que hubo varias ausencias en un amistoso que sólo sirvió para saldar una pequeña parte de la deuda con SUM, la Selección Mexicana mostró un desempeño muy pobre, lo que generó molestia en muchos de los que gastaron por ir a verla. Olvidemos la prelista para la Copa Oro, a Rogelio Funes Mori, a José Juan Macías, a Guillermo Ochoa o al Chucky Lozano. Hoy, la atención debe estar centrada en el norte de Texas, donde —por primera vez en la historia del certamen de la Concacaf— la Selección Mexicana jugará tres partidos en una sola sede, dos en el vetusto Cotton Bowl y uno más en el impresionante estadio de los Cowboys.
Entre estos tres juegos, la Concacaf puede generar una entrada acumulada de poco más de 260 mil aficionados. ¿Será que lo lograrán?, ¿no habrá hartazgo del aficionado mexicano?, ¿hay mercado para tres partidos en una sola sede? Es cierto que las resticciones por el Covid-19 obligan a que los equipos se muevan lo menos posible, pero no es lo mismo jugar un partido cada seis meses o hasta cada año, que poner tres en un lapso de poco más de una semana, y ante rivales que no representan maldita la cosa.
Y antes de eso, vendrá otro timo a la gente en Estados Unidos. El juego del 30 de junio, contra Panamá en Nashville, será con el equipo que irá a los Juegos Olímpicos, en una sede con poca presencia de mexicanos. El problema es que, si hay buena entrada, les seguirán viendo la cara todas las veces que se les ocurra.